Había una vez, hace mucho tiempo…

Había una vez, hace mucho tiempo en una tierra muy lejana, unos escuincles con ganas de patinar y ningún lugar apropiado donde hacerlo ; habían visto en videos en VHS (y después en DVD) y revistas no solo los trucos que hacían los profesionales, también los lugares donde los hacían: el terreno, los obstáculos, las imperfecciones de las banquetas, rampas de acceso, escaleras, barandales, bancas, bardas: todo parecía hecho para la patineta. Estos escuincles rápidamente se dieron cuenta de que no tenían acceso a nada parecido en las calles de su ciudad y no existían “skateparks” o nada que se le pareciera; así que hicieron lo que tenía que hacerse: construyeron sus propios obstáculos caseros hechos de desperdicio y reciclaje; usaron las herramientas de sus padres, materiales de bajo costo, los esquemas y obstáculos más básicos y baratos que pudieron encontrar siguiendo siempre la mentalidad de “hazlo tú mismo”; cuando por fin estuvieron listas sus rampas, cajón y tubo para estrenarlas surgió el primero de muchos problemas que enfrentarían: dónde poner estos armatostes.

Esos escuincles éramos yo y mis amigos en los inicios de lo que se convertiría en la experiencia más surreal y divertida de mi vida: intentar crear un espacio seguro donde pudiéramos patinar y desarrollarnos como patinadores, diseñadores de obstáculos y constructores; no lo sabíamos en ese entonces, pero nos enfrentamos a una problemática que tienen la patineta en cualquier parte del mundo: la cuestión del espacio público; o en otras palabras ¿A quién le pertenece la calle?

Una de las características esenciales de la patineta es que reconfigura el espacio y las cosas comunes, para volverlas obstáculos a los cuales conquistar; una vez que observas al mundo con ojos de patineta todo cambia: un barandal deja de ser solo un apoyo para subir y bajar escaleras, las bancas dejan de ser lugares donde sentarse y la ciudad se vuelve un gigantesco parque de diversiones –pero- como en todas las grandes ciudades viene la problemática del uso del espacio público, cómo debe usarse y quién debe beneficiarse de adaptar los espacios naturales que la ciudad ofrece; los argumentos de las autoridades que han creado proyectos y algunas veces leyes para prohibir la patineta en la ciudad varían desde la seguridad de los peatones, así como la gente que patina, hasta el desgaste del piso, destrucción del patrimonio y para el caso de los centros comerciales: destrucción de la propiedad privada (caso curioso el de los centros comerciales, NO son espacios públicos, solo lo parecen). Y todos estos problemas pueden resolverse creando espacios que puedan ser utilizados por todos, no solo por la gente que usa una patineta; el último de estos proyectos que consiste en incorporar la patineta al paisaje urbano, así como funcionalidad, seguridad y dar un sentido de unión a la comunidad es el proyecto a cargo de Gustav Eden en la ciudad de Malmo, Suecia, donde han tomado elementos del extinto Love Park de Philadelphia (literalmente tomado: debido a que algo del mármol y algunas bancas que formaban Love Park y terminaron siendo parte del proyecto de Gustav Eden) y los han reacomodado lo mejor que han podido para formar una parte importante de la ciudad de Malmo: el nombre de tal proyecto resume lo que han querido lograr: Love Malmo y su frase icónica “No es un skatepark”.

Love Malmo es la culminación de una propuesta que los europeos han puesto en marcha donde buscan crear espacios que den identidad a su comunidad, así como fomentar la diversidad y la inclusión en un espacio que solía estar abandonado y que no contribuía en nada positivo a la comunidad. Claro que eso es en Europa, desafortunadamente en Mexicalpan de las Tunas estamos muy lejos de semejantes políticas de la ciudad y propuestas para el espacio público; en mi experiencia, las autoridades locales prefieren adaptar espacios dentro de los límites de sus conocimientos y capacidades y terminan por destruir lugares tan icónicos como las legendarias 10 escaleras de Constituyentes para construir rampas sin planeación, distancias apropiadas entre los obstáculos o espacios designados para los que apenas comienzan a patinar; el verdadero atractivo de Constituyentes es que no estaba hecho para la patineta; fueron los primeros patinadores quienes se adaptaron al lugar usando su creatividad y capacidad, demostrando al resto de nosotros que venimos después, de lo que es capaz cualquiera con una patineta y algo de imaginación y en el proceso modificando la utilidad de un lugar público.

La calle siempre será el campo original de la batalla, los skateparks son buenos para practicar en situaciones controladas y de bajo riesgo , el verdadero reto siempre será en las impredecibles calles; yo lo comparo mucho con la gente que suele practicar el alpinismo y el escalar: puede que las paredes de prácticas sean un buen lugar donde desarrollarse en la práctica de su actividad, pero cualquiera que lleve algo de tiempo escalando puede asegurarte que nada puede compararse a escalar la montaña en la naturaleza: todo lo demás es solo una simulación. Algo parecido pasa con la patineta, no importa cuantos skateparks patines ni que tan bueno seas en ellos; las impredecibles y salvajes calles de la ciudad serán siempre el reto a vencer para los que elegimos jugar en la ciudad con un pedazo de madera con ruedas.

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