El ser humano es una criatura especial:

El ser humano es una criatura especial: a pesar de que tenga todas sus necesidades básicas cubiertas como comida, refugio y agua, siempre existirá una necesidad humana no relacionada con las cosas materiales: la necesidad de creer en algo más grande.

La espiritualidad humana y la creación de religiones han traído una infinidad de problemas desde el inicio de la civilización: guerras “santas”, el establecimiento de las religiones organizadas, la imposición de la fe por la fuerza y un gigantesco y horrible etcétera que no estoy dispuesto a describir en estos momentos.

La fe es la fuerza que hace que el ser humano vaya más allá de sus límites y capacidades, y se atreva a creer que lo imposible puede hacerse; a veces, le llamamos a esto “milagros”: un milagro se basa siempre en la fe y en la necesidad de creer en algo que no podemos explicar pero que sabemos que existe.

Si tengo que elegir, te diré en lo que creo: creo en la patineta. Claro, no como religión organizada ni como el establecimiento de una nueva iglesia que atraiga a millones de personas creyentes de todo el mundo; pero creo en la patineta y sigo creyendo que los milagros existen. Entiendo que la religión y la patineta son dos entidades distintas y separadas la una de la otra, hasta el punto de que, hablar de ambas cosas en la misma frase podría considerarse blasfemia, pero si lo piensas bien, ambas tienen más cosas en común de las que podrías creer.

Si has patinado por suficiente tiempo y no tienes cuidado, la patineta se habrá vuelto para ti, una especie de religión y el eje de tu vida diaria, en el caso contrario, no te preocupes: sigue patinando y lo entenderás a su debido tiempo. Un viejo amigo llamaba a este estado “enfermo de patineta”: a falta de un mejor adjetivo, tendría que estar de acuerdo. Hay un momento en la vida de las personas que eligieron a la patineta en el que comemos, bebemos y respiramos skateboarding: hacemos cualquier cosa por salir a patinar todos los días con tablas viejas, dentadas y muchas veces vencidas, con tenis rotos y cubiertos en silicón para tapar los agujeros y con trucks gastados hasta el eje; hacemos peregrinaciones hacia los lejanos skateparks y los lugares donde patinar o “spots” en la calle donde pueden asaltarte, correrte, tener un encuentro nada agradable con la policía o los nativos del lugar. O todo al mismo tiempo.

Vemos videos de patineta una y otra vez para intentar descifrar el secreto de los trucos como si estuviéramos en una especie de trance analizando las sagradas escrituras en 4K HD, salimos a patinar aun cuando esa lesión sigue molestando y no se ha recuperado del todo; tenemos días (¿sagrados?) dedicados a la patineta donde lo único que importa es patinar tanto como se pueda. ¿Por qué hacemos semejantes cosas? Porque tenemos fe. Y la fe puede mover montañas.

A mi entender, patinar se parece mucho a meditar, lo cual –a su vez– es muy similar a rezar; así que, como yo lo veo, esta es solo una manera de seguir creyendo que los milagros existen y estoy agradecido por todos y cada uno de los días que he podido patinar y porque, de vez en cuando, todavía puedo seguir encima de una patineta; han pasado muchos años desde la primera vez que tuve la oportunidad de jugar con un pedazo de madera con ruedas y muchas cosas han cambiado desde entonces, lo único que permanece igual es mi fe y ese sentido de libertad y diversión que significa subirse a una patineta.

Alguna vez hablando con personas que no patinan, alguien mencionó: “suena como un culto”, para mí, eso fue la señal definitiva de que hay algo espiritual y casi sagrado en la patineta. Y creo que tiene algo que ver con la práctica del ritual (y sí, a veces se siente como un culto).

Desde elegir tu tabla, poner la lija, armar los trucks, baleros y ruedas, todo en la patineta es un ritual. En las religiones establecidas, la manera de acercarse a dios es a través de un proceso específico y de la práctica constante de este; en la patineta no es muy distinto: el solo acto físico de patinar es lo que te vuelve un practicante de la fe de la patineta; solo a través de la práctica constante se puede alcanzar la conexión espiritual que tiene la patineta con la necesidad humana de creer en algo más grande que todos nosotros. Es lo que te hace un devoto y creyente de la patineta.

Puede que hayas escuchado la frase “la patineta salvó mi vida”; por trillada y agotada que parezcan este conjunto de palabras, siguen siendo verdad porque tienen significado; lo que en realidad quiere decir esta oración es que –para ciertas personas- la patineta llena un vacío espiritual de la misma manera en la que la religión y la iglesia establecida llena ese vacío para otro tipo distinto de personas. Solo necesitas fe.

Al final todos solo somos seres humanos con necesidades tan especiales como la necesidad de creer en algo; cada uno elige en qué creer. Yo elijo creer en la patineta.

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