Existen lugares especiales…

Existen lugares especiales que guardan recuerdos buenos, malos y peores: espacios donde suceden las cosas que nos transforman en las personas en quienes somos ahora, y a los que por siempre estaremos ligados por el pasado. Como patinadores uno de los pocos lugares sagrados que todavía tenemos es la skateshop o tienda de patinetas; un viejo patinador llamado Jeff Grosso llamaba a la skate shop “templos Jedi para gente que patina”. Tiene que ser la mejor definición para una tienda de patinetas que he escuchado en mi vida.

Cuando comienzas a patinar, una de las primeras experiencias que harán que termines enamorándote perdidamente de la patineta es tu primera visita a una real, legal y verdadera tienda de patinetas; puede que no conozcas nada de marcas de patinetas, medidas, tamaños, formas o modelos, pero el solo hecho de estar de pie en ese lugar, rodeado de patinetas con todos esos colores, dibujos, stickers y playeras, te da la idea de que la patineta es mucho más que hacer trucos sobre un pedazo de madera con ruedas; estos lugares no son solo un negocio regular como una tienda de abarrotes o un 7-eleven; respiran e irradian patineta. La tradición de una skateshop que se respete es patrocinar a talento joven en la medida de sus posibilidades, contratar gente que patine, organizar y montar demostraciones, así como concursos y eventos, funcionar como taller de reparaciones y mantenimiento de patinetas para los clientes y la fauna local, suele ser salón de eventos V.I.P. para los estrenos de los videos y básicamente para todas las cosas de patinetas que no podríamos hacer en ningún otro lugar. Buenas y malas.

En el año 2020 sucede algo que cambiaría para siempre el cómo funcionan las cosas en el mundo que solíamos conocer: se decreta la pandemia mundial del virus Covid-19: las autoridades ordenan el aislamiento forzado ya permanecer en casa por todo el tiempo que sea necesario, y no salir para nada que no fuera absolutamente esencial; esto hizo que muchos negocios cerraran sus puertas durante la pandemia y en muchos casos, para siempre. Una de las cosas que cambió en ese momento fue el comercio; pandemia o no, la gente tenía que seguir vendiendo y comprando cosas: la vida tenía que seguir adelante, así que el gran momento del comercio por internet había llegado, el cual – a pesar de llevar años funcionando – no había tenido el éxito esperado. Hasta entonces.

Cuando las transacciones electrónicas con entrega a domicilio se volvieron la norma, personas que nunca habían comprado una sola cosa por internet en su vida, súbitamente estaban explorando catálogos electrónicos de cualquier producto imaginable: desde artículos comestibles y de limpieza hasta medicamento y tanques de oxígeno con entrega garantizada hasta la puerta de su casa. Comprar patinetas no fue la excepción: fue un duro golpe para las tiendas físicas que aún existían, como consecuencia, algunas dejarían de existir al no poder cubrir los costos de un local comercial y además competir con las aplicaciones y tiendas virtuales que cada vez eran más; era el momento ideal para que el comercio electrónico tomara el control.

Entiendo que la forma de hacer negocios es una entidad cambiante y que nunca se detiene; entiendo que la gente necesita comprar y vender lo más rápido y lo mejor posible y que no existe nada más rápido que la versión digital o electrónica de las cosas; el asunto es que el proceso de cambio está terminando por acabar lentamente con cosas tan importantes como la experiencia de visitar una skateshop por primera vez.

No es mi intención demeritar o minimizar a las tiendas virtuales de patinetas; entiendo que ellos también son personas como todos nosotros intentando salir adelante en estos locos tiempos; el asunto es que ningún catálogo digital, aplicación o tienda virtual podrá sustituir la experiencia de atestiguar en primera persona estos templos Jedis dedicados a la patineta y experimentar en primera persona que la patineta es mucho más que hacer trucos sobre un pedazo de madera con ruedas.

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